El cigarro es el mejor compañero de la muerte

Ciudad de México, 19 de Diciembre 2017 (Redacción).- El tabaco es, una de las sustancias tóxicas a las que más expectativas inconscientes se le depositan debido posiblemente a los intereses económicos de las industrias tabacaleras y a la permisividad social para su uso.

El éxito de su consumo se fundamenta en que cumple la función de placebo (o engaño) emocional que ayuda a sobrellevar la vida. Fumar, todos lo sabemos, es un acto autodestructivo, ya que sus consecuencias físicas están comprobadas, sin embargo, existe un gran número de fumadores que a pesar de la información sobre el daño que esta ocasiona siguen consumiendo.

El hombre lucha desde el primer momento de su existencia contra la muerte, su vida está matizada por la forma en la que rehúye de ésta o lucha contra ese acto inevitable con el que terminan sus días. Sin embargo, en su lucha no siempre está aliado con actividades de vida, a veces elige actividades autodestructivas como su manera de vivir o, más bien, de sobrevivir a la muerte.

También es posible que su motivación inconsciente para fumar esté fundamentada en la aceptación de su grupo de compañeros de escuela, amigos, etcétera. A medida que pasa el tiempo y que el organismo va adquiriendo tolerancia a la nicotina, el iniciado va aumentando su necesidad de fumar y la asocia, paulatinamente, con otras actividades que también le provocan placer. Las tres principales actividades con las que se asocia el cigarro son: disfrutar un cigarro después de comer, al ir al baño o después del acto sexual.

La succión del humo funciona en muchas ocasiones como una fuerza que impide la expresión libre de la agresión. Es común observar que cuando alguna persona está peleando o posterior a la bronca, encienda un cigarro para tranquilizarse o no hablar de más.

El cigarro es el mejor compañero del enojo, tristeza y de la alegría, cumple, pues la función de acompañar al fumador, quien además goza de privilegio de poseer entre sus dedos una brasa de lumbre, es el tenedor de una importantísima necesidad ancestral de supervivencias: el fuego. Esta es una ganancia inconsciente que se vincula, paradójicamente, con la histórica lucha del hombre por su supervivencia.

Sin embargo fumar es en sí misma una actividad de muerte, y es una actividad de muerte porque detiene, al introducir el humo al cuerpo, el proceso emocional del individuo y por sus ya múltiples veces publicadas, consecuencias negativas para el organismo.

Pero el hombre cada vez más creído en su dominio de la naturaleza, ha tomado al tabaco como un instrumento para desafiar a su propia muerte, negando la existencia de su cuerpo como poseedor de sus pensamientos y emociones, y esta negación de muerte lleva al fumador a enfrentarse con mayor rapidez al acto inevitable de morir.

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