«…Nosotros no nos hemos levantado en armas para que un tal Carranza o un tal Villa lleguen a presidentes de la República; nosotros peleamos en defensa de los sagrados derechos del pueblo, pisoteados por el vil cacique…»
Los de abajo, Mariano Azuela
Antes de que me maldigan, me insulten y amenacen velada o abiertamente a mi familia por Facebook, les diré que tampoco voté por el PRI. Tengo muchos años en esto de la información y sé por experiencia propia que hay un sector de simpatizantes de AMLO que no soporta la disidencia. E insisto en lo de ‘un sector’, porque es justo decir que hay otro con el que llego a concordar en algunos aspectos. Y aquí uno: yo también lamento que el PRI haya ganado la gubernatura en el Estado de México.
Lamento sobre todo que no habrá aire fresco en la administración pública estatal, ya muy viciada y trenzada con la administración federal y el PRI mismo. Un dato para contextualizarlo: el coordinador de campaña de Alfredo del Mazo, Ernesto Nemer, seguramente tendrá un puesto importante en el gobierno de del Mazo.
Nemer es exesposo de una prima de Enrique Peña Nieto, quien a su vez fue presidenta municipal de Metepec y posteriormente presidenta interina nacional del PRI: Carolina Monroy del Mazo. El segundo apellido lo dice todo. Y ojo, no los estoy acusando de algo impropio o ilegal, sino de algo indeseable: que la misma familia se herede el poder a lo largo del tiempo con todas las inercias que eso conlleva. Lo impropio y lo ilegal en estas elecciones abundó hasta el hartazgo. Y llegó, sí, del PRI, pero seamos objetivos, también de Morena, también del PT, también del PRD, también del PAN.
En esencia, yo también pensé en el voto útil, como seguramente lo hicieron millones de mexiquenses, pero AMLO y su plataforma se encargaron de persuadirme para no hacerlo. Y digo AMLO porque Delfina Gómez me pareció gris como candidata; tanto o más que Josefina Vázquez Mota. Incluso, me hizo recordar ese adjetivo que AMLO puso de moda un tiempo, ‘pelele’.
Pocas veces pude realmente escuchar propuestas de Gómez, y cuando lo intentaba siempre me dejaba confundido. Escuché de ella muchas oraciones que apuntaban a lo obvio y políticamente correcto, como ‘cero tolerancia a actos de corrupción’, que es una condición sine qua non de cualquier gobierno en una democracia, pero propuestas sobre una estrategia de Gobierno, casi ninguna. Fui a internet a buscarlas y me di cuenta de que el equipo de Morena, tan eficaz para moverse en redes sociales, no puso la atención necesaria para cubrir las carencias de la profesora a la hora de comunicarse.
Los mexiquenses no logramos la alternancia básicamente porque las opciones para alternar no fueron convincentes.
Un ejemplo: en la página http://delfina.si/ (cuya home ha sido desactivada) se leían propuestas como ‘Nuevo programa de becas y apoyo para transporte escolar para que todos los jóvenes que estudien preparatoria’… sí, ahí terminaba la oración. El problema de comunicación fue importante por todos lados, y las propuestas, por lo tanto, confusas.
Más allá de este error estratégico fueron varios los detalles de AMLO y de Morena, insisto, que me espantaron. Nunca escuché una sola referencia a la relación que tendrían con el Congreso del Estado de México en caso de ganar, donde hay seis diputados de Morena y dos del PT contra 68 del resto de los partidos. Es decir ocho ‘buenos’ contra 68 de ‘la mafia del poder’, según la taxonomía política del tabasqueño. ¿Cuántas de las propuestas —asumiendo que existieran— de Delfina Gómez iban a pasar después del desprecio que AMLO mostró hacia sus rivales políticos? La respuesta es fácil de imaginar. El caos gubernamental también, al menos el primer año, pues la legislatura se renueva en el 2018.
Y cuando regresaba a la intención de ejercer el voto útil, otra vez salían AMLO y sus amigos a persuadirme. Los escándalos del moche del 10% en Texcoco y los sucios manejos de Eva Cadena, influyeron, aunque no fueron tan determinantes como otros hechos, pues estos últimos no me sorprenden: todos los partidos manejan moches y todos tienen decenas de Evas Cadena, todos.
Y no es que minimice o normalice estos actos de corrupción, pero si vamos a señalar uno, señalemos todos ¿no? Pesaron más, al menos en mí, intenciones como cancelar el nuevo aeropuerto (¿de verdad bloquearlo beneficia a la población? Si hay corrupción y eres el gobierno, castigas, saneas y hasta exhibes, no cancelas); los gestos de intolerancia como los que AMLO mostró frente a José Cárdenas y Carmen Aristegui; la declinación fraudulenta de Oscar González (el PT declinó sus votos, pero no regresó el dinero que se le había asignado); las pueriles respuestas de AMLO frente a Ciro Gómez Leyva (¿de verdad los delincuentes van a dejar de delinquir solo porque él llegue a la presidencia? ¡Pues que le avisen a la delincuencia en la delegación Cuauhtémoc de la CDMX que ahí ya gobierna Morena para que al menos le bajen!); el injustificado respaldo de miembros del círculo cercano a AMLO al régimen de Nicolás Maduro… y paro de contar.
Pero si algo de verdad me caló hondo fue ver las imágenes de los actos de campaña de Delfina Gómez. Ver detrás de ella a gente como Alfonso Romo, un importante artífice del ascenso de Carlos Salinas de Gortari al poder, me puso en alerta; ver detrás de ella a Alejandro Encinas, quien avaló la toma de protesta de Julio César Godoy Toscano, acusado de nexos con el narco, me crispó; pero ver detrás de ella a Manuel Bartlett, de quien no hace falta aclarar nada, me hizo decidir: no iba a votar por ella porque todo el aparato detrás está infestado de los oscuros personajes que arrodillaron a México. Ellos también son la mafia del poder.
Si no queremos que algo similar se repita en el 18, hay que salir desde hoy a informar a las bases del voto duro del PRI, y no desde nuestras cuentas de redes sociales.
Pensé en anular, pensé en no acudir a las urnas, pero eso era darle medio voto al sucio aparato de compra y coacción del PRI. Al final, elegí darle mi voto al que consideré menos malo, Juan Zepeda. Y créanme, estoy absolutamente consciente de quién es el PRD, de sus personajes impresentables, de la influencia del oscuro Héctor Bautista en Zepeda.
Y sé cuál es el argumento en contra, porque lo platiqué con un par de amigos: fuiste víctima de una estrategia del gobierno para dividir a la izquierda. Yo no me considero de izquierda, ni de derecha ni de centro: para mí la geometría política del siglo XX le queda muy grande a los movimientos del siglo XXI. ¿La izquierda? Por favor, como si fuera una, como si Nicolás Maduro, Kim Jong-un y Emmanuel Macron tuvieran un punto de coincidencia. Este último hace poco declaró ‘hay que repensar uno de los principios de la izquierda, según el cual la empresa es el lugar de lucha de clases’… ¿qué le responderían aquellos que todavía pugnan por el marxismo más rancio desde los partidos izquierdistas mexicanos?
Por último, no puedo dejar de comentar la reacción de algunos analistas en medios y gente en redes sociales, principalmente desde la Ciudad de México, compadeciéndose burlonamente del Estado de México. Es una frivolidad, sí, pero no deja de hablar claramente de la forma en la que, como sociedad, administramos y manipulamos la información. Ese papel de arqueólogos que analizan a una sociedad que consideran inferior desde la atalaya de sus cuentas de Facebook es burda. Señores, esto es México, y todos vamos en el mismo barco.
Ninguna plataforma social nos rescatará, tampoco ningún partido. Es más, ningún político, por más bienintencionado que sea, representará un cambio profundo.
Bastaría con analizar un par de datos sobre los delitos de alto impacto que acaba de presentar el Observatorio Nacional Ciudadano. ¿Ya nos asomamos al crecimiento en secuestros, robo con violencia o robo a casa habitación en la CDMX? ¿Robo a negocios, a transeúntes? Y aquí gobierna en muchas delegaciones la opción que es (era) la esperanza. Venga, a abrir los ojos https://drive.google.com/file/d/0ByOma7eqHEQ5aldxSFlfd0xzNWc/view.
Los mexiquenses no logramos la alternancia básicamente porque las opciones para alternar no fueron convincentes; los candidatos y partidos mostraron una actitud despectiva en general.
Si no queremos que algo similar se repita en el 18, hay que salir desde hoy a informar a las bases del voto duro del PRI, y no desde nuestras cuentas de redes sociales. Pues el voto rural, el que vive en pobreza extrema, no va a Facebook a informarse. Es más, no tiene cuenta en Facebook, ni en Twitter. Y si hubiera una parte pequeña del voto duro ahí, no lee nuestras quejas porque el algoritmo se encarga de mostrarle solo los contenidos que coinciden con su propia visión del mundo, es decir, los que son más susceptibles de recibir un clic.
Como sociedad estamos solos. Ninguna plataforma social nos rescatará, tampoco ningún partido. Es más, ningún político, por más bienintencionado que sea, representará un cambio profundo. Ninguna elección le cambiará el rumbo al país de golpe, así que haríamos bien en quitar de nuestro campo semántico la esperanza y empezar a sumar la acción ciudadana. Este es un proceso largo y muy empinado. Más abajo no podemos ir, así que empecemos desde la casa, desde la calle, desde la familia. Y ahora sí, vengan las mentadas.
Nota original: HUFFINGTON POST
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