La reciente victoria de la presidenta Claudia Sheinbaum ha desencadenado una serie de movimientos rápidos y significativos dentro de la Secretaría de Energía y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Con la presencia de Luz Elena González Escobar y Emilia Calleja en reuniones clave, se ha iniciado un proceso de evaluación rigurosa de personal, donde diversos ingenieros han pasado por el escrutinio para determinar su permanencia en sus puestos. Sin embargo, este proceso no ha sido fácil para todos; muchos han salido decepcionados, al no cumplir con las expectativas de las nuevas lideresas.
En contraste, algunos directivos parecen estar seguros de su futuro dentro de la CFE, e incluso esperan ascensos. Entre ellos, destacan Adrian Olvera Alvarado, Rubén Cuevas Plancarte y Luis Bravo Navarro. Olvera, actual Director de la Subsidiaria Generación 5, ha sido particularmente vocal sobre su influencia, llegando a presumir abiertamente de tener el control sobre las decisiones de la próxima directora de la CFE, a quien ya habría ofrecido el puesto de Director de Operaciones.
No obstante, el historial de Olvera dentro de la empresa es motivo de preocupación. Acusado de acoso sexual por varias subordinadas, su comportamiento ha generado un ambiente laboral hostil y temeroso. Las denuncias incluyen desde intimidación hasta amenazas, lo que ha llevado a algunas trabajadoras a renunciar. Además, se le vincula con incidentes de violencia y prepotencia, como un choque en estado de ebriedad en 2023 y una trifulca en una posada decembrina organizada por él. Su gestión también ha sido cuestionada, especialmente durante los apagones de este año, donde varias plantas bajo su supervisión quedaron fuera de servicio, provocando un caos en el sistema eléctrico nacional.
Por otro lado, Rubén Cuevas, miembro de la cúpula administrativa, también enfrenta serias acusaciones. Su práctica de grabar reuniones y conversaciones para chantajear a sus colegas y proveedores ha levantado alarmas. Testimonios sugieren que, junto con Xchel Arias, ha exigido sumas millonarias para facilitar reuniones con el Director General de la CFE. Además, Cuevas ha sido señalado por su comportamiento misógino y violento hacia las mujeres de su oficina, lo que ha deteriorado aún más el ambiente laboral en la institución. Su historial de corrupción y enriquecimiento ilícito también es preocupante, con propiedades adquiridas en tiempo récord y viajes de lujo financiados por proveedores.
Luis Bravo Navarro, otro de los mencionados, no escapa a la polémica. Sin formación académica formal, su gestión al frente de la comunicación de la CFE ha sido deficiente, como lo demuestra la reciente campaña «Somos más que energía», criticada por su alto costo y pobre ejecución. Su vida de excesos y prepotencia fuera del horario laboral es bien conocida, siendo habitual encontrarlo en restaurantes lujosos de Polanco o Reforma, en lugar de en su oficina.
No todos en la CFE buscan aferrarse a sus puestos. José Manuel Mendoza, por ejemplo, ha sido reprendido en múltiples ocasiones por el propio Manuel Bartlett debido a los pobres resultados en los proyectos asignados a su subdirección, como los de ciclo combinado a corto plazo.
El reto para las nuevas encargadas de la política eléctrica del próximo sexenio será monumental. Deberán hacer una selección rigurosa y seria de los candidatos adecuados para dirigir la CFE en un contexto de alta corrupción y nepotismo. La buena noticia es que dentro de la CFE aún existen técnicos de carrera, honestos y trabajadores, que podrían cumplir con las expectativas y llevar a la institución hacia un futuro más prometedor.