¿De qué hablamos cuando pensamos en resiliencia?

 

Ciudad de México, 11 agosto 2017.- Fue una palabra complicada en los años 70´s. El término provine del latín “resiliens” que significa: “capacidad de un objeto o un material para deformarse, rebotar, y volver a su conformación inicial.” El término se utiliza en la fisicoquímica y se aplica aquellos elementos que a pesar de ser sometidos a una presión que les produce desplazamiento, son capaces de recobrar su equilibrio original (Norris, 2008).

La evolución del concepto de Resiliencia aparece asociado a estudios del comportamiento humano, en la cuales se trata de determinar aquellos factores que incidían negativamente en el desarrollo, a los que llamaron de riesgo y aquellos que contrariamente los favorecían, se les denomino protectores.

¿Pero que es riesgo? La probabilidad de que ocurra un suceso; probabilidad de que aparezca un daño que comprometa la salud o la vida. Aquellas personas que tenían más factores o conductas de riesgo se les consideraba más expuestas y vulnerables constituía lo que se llamó población de riesgo.

Las personas tienen “capacidad que les permite sobreponerse a las adversidades, construir sobre ellas y proyectarse en el futuro”.

Una de las conclusiones fundamentales del trabajo, fue demostrar que en el desarrollo de los niños que logran superar la adversidad, tiene un papel clave la presencia de un adulto, familiar o no, que fue capaz de aceptarlo y quererlo en forma incondicional, más allá de sus limitaciones físicas, intelectuales, o problemas emocionales. A este adulto se le llamo adulto significativo, afirman que esta estrecha y permanente relación de afecto y cariño es la generadora de Autoestima, considerada como el pilar fundamental de la Resiliencia y generadora además de confianza.

La autonomía es otro de los pilares de la Resiliencia. El término nos remite a la capacidad de tomar nuestras propias decisiones con la mayor libertad e independencia posible. El adulto debe ser sostén del proceso generando confianza y sobre todo enseñando que se construye también sobre los errores y fracasos.

El humor, para la resiliencia es entendido como “sentido del humor” y está muy lejos de la ridiculización o el chiste hiriente, sino que apela a la capacidad de reírse de sí mismo y de promover actitudes que muchas veces “con un poco de humor” distienden situaciones difíciles.

Libro: Alejo, S., Benotti, V. & Broitman, M. (2014) Arte y resiliencia. Argentina: Ediciones UNL

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