Ciudad de México, 11 de Enero 2018 (Redacción).- El efecto que ejerce es vasoconstrictor en nuestras encías, dificultando el acceso del riesgo sanguíneo y por tanto el aporte del oxígeno y nutrientes necesarios. Este efecto puede llevar a que el tejido gingival se retraiga provocando periodontitis.
Además, la boca del fumador puede responder de forma menos favorable a las intervenciones periodontales, ya que le tabaco dificulta la cicatrización de las encías.
Reduce nuestra capacidad inmunitaria, disminuye nuestra secreción salivar y favorece la aparición de un mayor número de bacterias. Esto provoca que estén más propensos a la acumulación de sarro y se encuentren más débiles a la hora de hacer frente a la acción de las bacterias.
Y como si no fuera suficiente algunos componentes químicos del tabaco como la nicotina y el alquitrán, se disuelven en la saliva y tienden a penetrar en el interior del diente hasta llegar incluso a la dentina.
Esto provoca que nuestros dientes puedan colorearse con un tono amarronado o incluso negro.
Este no es el único efecto, también pueden adaptar un tono más pálido e incluso también pueden adaptar un tono más pálido e incluso retraerse, dejando huecos entre dientes y envejeciendo considerablemente nuestra sonrisa.
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