Johnny Weissmuller escribió una historia asombrosa. De aquellas que marcan al deporte y desde luego a la sociedad. De pequeño mostro habilidades por la natación y, a pesar de sufrir problemas respiratorios, fue en la alberca en donde comenzó a fincar su legado.
Los médicos recomendaron terapia acuática para aminora la enfermedad y todos los días, acompañado por su madre, iba a una pileta de un suburbio de Chicago para mover sus piernas y fortalece sus pulmones.
Con el paso del tiempo y con medicamentos, la enfermedad despareció y comenzó a hacer una vida mejor. Salía con frecuencia a la calle y ante la necesidad de ayuda en el hogar se ofreció de voceador y cartero.
Su habilidad lo llevó a implantar marcas mundiales como en los 300 metros libres y convertirse en el primer estadounidense en registrar 58.6 segundos en los 100 metros estilo libre. Ganó 67 mundiales.
A los 17 años de edad acudió a los Juegos Olímpicos París 1924 en donde iniciaría su legado con dos oros en natación en los 100 metros libres y en el relevo 4×200 y un bronce en polo acuático, porque además era un joven que gustaba por las actividades acuáticas y no lo hacía nada mal.
A lo largo de su carrera, el apuesto nadador impuso records y un sinfín de triunfos en cuanto evento asistía. En Ámsterdam 1928, logró dos medallas de oro y fue tal su éxito deportivo que la industria del cine lo acaparó gracias a su físico y carisma.
Luego de varias intervenciones en series de acción y aventura, Weissmuller interpretó, a partir de 1932, a Tarzán, el icónico personaje de la jungla que también era llamado el “Rey de la Selva” y por el cual adquirió fama hasta convertirse en uno de los mejores actores de esa época.
El exnadador pasó algún tiempo en Acapulco, México, para recuperarse de dos derrames cerebrales. Falleció en 1984 en medio del rumor de que él era Tarzán. La historia lo tiene registrado como uno de los héroes olímpicos que han trascendido y que fueron motivo de inspiración para nuevas generaciones..
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